
La radiofrecuencia , que se desarrolló por primera vez hace unos 50 años, se aplicó principalmente en el campo quirúrgico para tipos particulares de operación (como, por ejemplo, la reconstrucción plástica ), pero también para contrarrestar el dolor crónico. Hoy su uso se ha extendido al sector de la estética, como terapia para combatir la flacidez cutánea y reducir los signos del envejecimiento.
Radiofrecuencia: un verdadero estiramiento facial no quirúrgico
La radiofrecuencia garantiza a los usuarios una clara mejora en la calidad de la piel. Gracias a la acción de las ondas electromagnéticas , de hecho, se estimulan los fibroblastos, que son las células del tejido conectivo responsables de la producción de colágeno . Esta última, recordamos, es una proteína fibrosa que juega un papel fundamental en la protección y soporte de los tejidos blandos, pero cuya producción disminuye con los años, provocando la formación de arrugas y pérdida del tono de la piel.
En primer lugar hay que decir que esta terapia, basada en el uso de ondas electromagnéticas , está contraindicada para embarazadas y portadoras de marcapasos o prótesis metálicas.
Entre los efectos secundarios de la radiofrecuencia destacamos la posibilidad de que se formen pequeños eritemas o hinchazones, que sin embargo tienden a desaparecer a las pocas horas.
Antes de someterse a un ciclo de sesiones de radiofrecuencia, es recomendable realizar un chequeo para descartar la posible presencia de inflamación o patologías que afecten a la piel . Incluso en caso de quemaduras solares leves es aconsejable evitar este tratamiento.